Resumen. Montaje y saber visual: de la voluntad de transparencia al recurso del fragmento.


Existe una intención o voluntad de transparencia a la hora de mirar la imagen, una confianza a la hora de enfrentarnos a ella que comenzó a crecer desde el principio de la modernidad. Esta intención no sólo ha provocado diversos problemas como la coartación de las posibilidades de la imagen o la anulación de otras visibilidades, también ha producido una reacción iconoclasta por parte de muchos pensadores que propugnan desconfiar completamente de ella y advierten que éstas “nos mienten” continuamente.

Sin embargo, descubriremos que frente éstas posiciones podemos encontrar una solución dialéctica. Ésta es, como defiende George Didi-Huberman: reconocer que hay algunas imágenes que han de denunciarse y otras que nos pueden ayudar a pensar. El tipo de imagen que hemos seleccionado para que produzca un conocimiento contingente es el montaje. Sobre su superficie, se re-ordenan los fragmentos visuales de nuestra cotidianidad y mundo mediático. Este tipo de disposición produce un conocimiento sociohistórico en el espectador que rompe la concepción -o la naturalidad- de la historia y muestra aquellos aspectos obviados. Se trata de un conocimiento basado en la imaginación, en elucubrar observando y relacionando los detalles de nuestra realidad sociohistórica que quizás antes no habríamos encontrado juntos de esa forma. Recorreremos diferentes ejemplos de montaje a lo largo de la historia como pueden ser el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg, pero también obras más contemporáneas como la pieza Boy meets girl de Eugènia Balcells o Gegen-Musik de Harun Farocki.

Veremos que este conocimiento no sólo “muestra” otras realidades que se han mantenido ocultas y paralelas a la historia principal, también nos enseña a mirar, a orientarnos en la historia de una manera no-lineal y no-positivista. Para muchos, este saber se trata en realidad de un no- saber, pues se sitúa en contra del conocimiento pretendidamente objetivo y cientifista, así como de la manera tradicional de leer, estudiar e interpretar las imágenes que han tenido diversos historiadores del arte.

Finalmente, acudimos a obras más experimentales en las que el recurso del fragmento presente en el montaje se encuentra extremado. La manera en la que se leen y el tipo de conocimiento obtenido es todavía más ambiguo e indeterminado. Sin embargo, quizás obtengamos de ellas otro tipo de saber más amplio, más abierto, basado en “axiomas no definitivos” que aprecien, de alguna forma, el “desorden” del mundo.